Tarragona
Geografía
La actual Tarragona se asienta sobre la antigua colonia Iulia Urbs Trumphalis Tarraco. Sus principales monumentos forman el Conjunto Arqueológico de Tárraco, incluido en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO desde el año 2000.


Se erigió abierta al mar Mediterráneo (Mare Nostrum), sobre una colina de unos 80 metros sobre el nivel del mar. Esta situación privilegiada le permitió controlar el vasto territorio circundante (el llamado Ager Tarraconensis) y los frentes marítimo y fluvial. Desde este promontorio la orografía natural descendía por oriente y occidente de forma gradual hasta el mar y el río Francolí, mientras que la zona media se caracterizaba por una depresión o barranco que decrecía en dirección al mar. Allí estaba flanqueada por dos elevaciones que formaban una había apta para varar las naves en la Antigüedad.
Geológicamente, la zona más elevada de la ciudad (la llamada Part Alta) se forma por capas verticales de rocas carbonatadas duras, materiales más blandos (el conocido tapàs). Las litologías de mayor dureza fueron explotadas y usadas, según sus características, para construir, ornamentar, como soporte epigráfico e incluso para construcciones y monumentos funerarios.
Entre todas las rocas, la más conocida y ampliamente explotada es la piedra tipo Mèdol aunque también se utilizaron otros materiales de mejor calidad y dureza, como el llisós y la piedra de Santa Tecla, ambas extraídas hasta épocas muy recientes. Las intervenciones arqueológicas también han evidenciado la existencia de potentes frentes de extracción de arcilla usada para la fabricación de adobes y de vasijas para el uso doméstico.


Unas pinceladas de historia
La historia de las murallas de Tarragona comienza en el período del Ibérico Pleno, momento en el que se comienzan a documentar restos arqueológicos en el centro urbano de la actual Tarragona. Las evidencias estructurales más antiguas recuperadas corresponden al siglo V a.C. aunque se han localizado, en contextos estratigráficos, fragmentos cerámicos pre-ibéricos fechados entre los siglos VII y VI a.C.
Estas evidencias arqueológicas están relacionadas con la existencia de un oppidun ibérico en la zona baja de la actual ciudad, cerca del puerto y sobre el acantilado. Defendería la babía portuaria. Es de suponer que sería una ciudad, oppidum o polis, amurallada, urbanísticamente compleja y con una extensión importante, entre 8 y 9 Ha. Era la antigua Tárakon, citada por autores como Polibio y Tito Livio. Sin duda sería el centro de poder a partir del cual se vertebraría la explotación del territorio de la Cossetania.


El año 218 a.C. marca, además del inicio de la Segunda guerra púnica, la llegada de los romanos a Tarragona. En los primeros compases de la contienda el ejército cartaginés de Aníbal Barca había llegado la península itálica, atravesando Iberia, cruzando los Pirineos, el sur de la Galia y superando los Alpes. Paralelamente, el ejército consular de Cneo Escipión desembarca en una ciudad griega aliada, Emporion para ir al encuentro de la retaguardia cartaginesa. Esta se encontraba acantonada en territorio cossetano.
Como consecuencia se enfrentan junto a la ciudad de Cissis(Valls), en el interior, derrotando a los púnicos.
Los Escipiones decidieron instalar su cuartel de invierno en la colina de Tárrakon, dominando el mar, las vías de comunicación terrestres, el puerto natural y por supuesto la ciudad ibérica aliada. Este primer asentamiento romano explica y genera la celebrada frase de Plinio el Viejo: "Tarracon, Scipionum opus sicut Carthago poenorum" (Tárraco obra de los Escipiones, mientras que Cartago lo es de los púnicos).
Así nos encontramos con una dipolis o ciudad doble, al menos durante el primer siglo del dominio romano. En lo alto de la colina se localiza la zona militar romana mientras que sobre el puerto natural estaría la polis u oppidum. Junto a ella se desarrollaron unos barrios casi suburbanos (cannabae) donde habría comerciantes, servicios varios, familias de las tropas romanas, etc. Con el tiempo aquí se generaría el núcleo urbano de Tarraco.


En el año 197 a.C. se produce la división provincial de la Península, y Tarraco pasa a ejercer funciones de capital de la Hispania Citerior, aunque se piensa que en un primer momento estarían compartidas con Carthago Nova
Las construcciones romanas más antiguas que nos han llegado de Tárraco son sus murallas.
Probablemente el primer recinto defensivo de los Escipiones estaría protegido por unas murallas de piedra, adobe, tierra y madera (agger). Pero hacia el 200 a. C. estas murallas provisionales empiezan a sustituirse por otras ya mucho más estables. Se construiría básicamente de piedra, con muros de grandes piedras desbastadas o megalitos (opus siliceum) y torres construidas de la misma manera en la base, pero sobre elevadas con un segundo cuerpo de sillares almohadillados (opus quadratum).



Su construcción se poner en relación con dos hechos históricos importantes. El primero es la capitalidad de Tárraco en el 197 a.C. El segundo se relaciona con la llegada de las tropas de Catón en el 195 a.C. que venían con el propósito de “pacificar” una importante sublevación de los caudillos ibéricos.

Una gran ampliación se realizó en el último tercio del siglo II a.C., coincidiendo con los últimos momentos de las guerras celtibéricas o guerra de Numancia (143-133 a.C.). Es entonces cuanto el recinto militar de la zona alta se une con la polis ibera-puerto con la misma cortina de muralla.
Los cambios son importantes tanto en extensión de la muralla como en sus características. Ahora ya se trata de una gran muralla de sillería sobre una base megalítica. Ya no es solo una estructura defensiva de tipo militar, sino que es una muralla monumental, extensa, alta y potente que protege un enclave de gran importancia en el proceso de conquista de Hispania. Pensemos que Tárraco era la sede del gobernador provincial, el principal centro de llegada de tropas itálicas, cuartel general, centro de hibernada de los ejércitos, y emporio (mercado portuario) al que llegan y del que parten mercancías para el consumo y redistribución.
Las murallas de Tarraco son las defensas más antiguas construidas por Roma en Hispania y, por tanto, fuera de la península itálica. Actualmente se conservan unos 1.400 m. en la parte alta de la ciudad. Originariamente se extendían hasta el puerto, definiendo un pomerium de unos 5600 m.


A la primera fase del 200 a.C. se corresponden diferentes lienzos y torres de la parte alta. Se construyeron con grandes bloques de piedra irregulares, denominados ciclópeos o megalitos (opus siliceum), que forman un doble muro de 4,5 m. ancho y 6 m. de alto. El espacio interior se rellenó con piedras y tierra (emplecton). Estaba protegida con torres cuadrangulares, de las que se conservan tres, y los restos de una cuarta en el interior del fortín Negro o baluarte de la Benedicción (s. XVI). Como los lienzos de muralla, también se construyen con una gran base megalícica sobre la cual se erige un segundo cuerpo de sillares almohadillados.

La torre situada en el punto más elevado es la de Minerva. Recibe este nombre porque en el lienzo de sillares de la cara NE conserva la mitad inferior de un bajorrelieve de la diosa Minerva ataviada con escudo y lanza. Las excavaciones arqueológicas del Instituto Arqueológico Alemán muestran como el interior de la torre estaba habilitado como una cámara de combate con aspilleras para artillería de torsión como serían los escorpiones. En una de ellas se descubrió un graffitto en posición inversa, es decir, grabado antes de colocar el bloque de piedra. Se trata de una dedicatoria a la diosa:Ϲ Manios Ͻ Vibio(s) Men ‹e› rva. Se data entre los años 200 y 190 a.C., por tanto es la inscripción latina más antigua de Hispania. Otros elementos singulares son las cabezas de divinidades apotropaicas que, esculpidas en los bloques megalíticos, cumplen una función de tipo protectora.
Las otras dos torres de ésta fase son las del Seminario o Cabiscol y la del Paborde o Arzobispo, esta última con una importante ampliación del siglo XII. Una poterna entre esta torre y la que habría en el Fortín Negro, y posiblemente la que habría donde se localiza el portal de San Magín, junto a la torre de Minerva, son los únicos accesos conservados de esta fase.




Un segundo proyecto ampliaba la extensión de la primera fase, tanto en dimensiones como en extensión. En algunos tramos el nuevo lienzo se sobrepuso al precedente, completando hasta la nueva altura deseada -12 m.- con el uso de sillares almohadillados. En otros sectores de la muralla, completamente nuevos, se construyó una base o zócalo de bloques ciclópeos sobre los que se alzaban las hiladas de sillares almohadillados, algunos de ellos con marcas decantero, muchas de ellas aún visibles. Este sería un sistema de cómputo en la producción de la sillería.


El grosor de la muralla se amplió a 6 m., y su interior fue macizado con una primera capa de ripio y tierra hasta sobrepasar el zócalo megalítico, para luego completar el relleno con capas superpuestas y bien ordenadas de adobes. Con la ejecución del segundo proyecto, algunas de las torres quedaron parcialmente anuladas. Este es el motivo por el cual el relieve de Minerva quedó escondido y no aparece de nuevo hasta 1932, cuando unas lluvías provocaron el derrumbe del lienzo adyacente.
Este nuevo proyecto se dotó de varias poternas (puertas secundarias) dispuestas junto a las torres de la fase anterior, así como también de sus propias puertas principales de acceso y salida de la ciudad. La única conservada es el llamado portal del Socorro, cerca de la torre de Minerva. Es un un arco adovelado de medio punto. Una segunda puerta, de la que tan solo se conserva un lateral, daba entrada a la ciudad desde la Vía Augusta por el lado de levante, en la actual Rambla Vella, junto a la fachada del Circo romano, pero se data en época augustea. La tercera se abrió tiempo después, cuando se construye el circo, hacia el 100 dC, es la llamada porta Triumphalis que comunicaba la arena con el exterior de la ciudad.


La nueva fase de muralla contaba, además, con diversos accesos al paso de ronda para poder subir maquinaria bélica. Se trata de una serie de rampas adosadas a la cara interna. Se conservan aún en la baixada del Roser, la plaza del Escorxador o Matadero, la casa Canals, calle Granada y el Museo Nacional Arqueológico.
El proceso de fusión de la base militar romana y la ciudad ibérica culminará definitivamente hacia el año 100 a.C. Es entonces cuando vemos que se planifica una ciudad de planta romana. Esto supone que además de la unificación de la acrópolis militar y la parte baja con el mismo circuito amurallado, se establece la trama urbana, los ejes de servicios como el alcantarillado o las calles pavimentadas. Y es entonces cuando se urbaniza el centro neurálgico de la ciudad, el Foro de la Colonia, junto al templo Capitolino.
Años después Tarraco ve reconocido su prestigio y su importancia política: entre los años 44 y 36 a.C. recibe el título de Colonia Iulia Urbs Triumphalis y pasa a ser oficialmente capital de la Hispania Citerior o Tarraconense. El hecho de ser colonia implica que sus ciudadanos ya no son federados o extranjeros, sino que son romanos de pleno derecho.
Entre los años 26-25 a.C. Tárraco se convierte en capital de facto del imperio, puesto que el princeps Octavio Augusto residió aquí durante las guerras cántabras (29-19 a.C.). Al dirigirse hacia el norte para dirigir las operaciones militares, cae enfermo y se queda en Tárraco. Desde aquí está en contacto permanente con el frente de guerra y con Roma, gracias al puerto de Tárraco.


Este proceso de monumentalización de la capital de la Tarraconense continuó bajo la dinastía julio-claudia (27 a.C.-68 d.C.). Todo indica que el siglo II fue el de mayor esplendor de Tárraco. Pero a finales de la centuria la ciudad empieza a mostrar los primeros síntomas de recesión. Estamos en un momento de inestabilidad del Imperio. Así vemos como pronto se abandona el teatro, o que en la plaza de representación del Concilium Provinciae disminuye el número de estatuas dedicadas al emperador.
El proceso de crisis del Imperio se deja ver mucho más a partir de la segunda mitad del siglo III. Poco después Tárraco sufriría destrucciones e incendios tanto en el territorium como en sus suburbia, Estas han sido relacionadas con la invasión de los francos. Los autores antiguos nos dicen que en el 260-264 arrasaron parcialmente la ciudad y su territorio. Gracias a la arqueología sabemos que no solo afectó la zona portuaria, sino a parte de la ciudad amurallada, lo que supuso el colapso y abandono de numerosas edificaciones e infraestructuras públicas.
Tárraco muestra síntomas claros de recuperación a partir de la segunda mitad del siglo IV e inicios del V, pero la realidad es otra. A nivel urbano se vuelve a la bipolarización en dos núcleos: la zona portuaria fuera de las murallas, y un núcleo intramuros concentrado en la parte alta de la ciudad, quedando la zona central como un espacio semirústico y de baja ocupación. Aquí entre finales del siglo IV e inicios del V se observa la ocupación de la plaza de Representación, y a partir del siglo V el inicio del desmantelamiento de los los grandes edificios públicos, obsoletos tras la profunda transformación política del Bajo Imperio donde de poco servían estas impresionantes construcciones, y cuando con Teodosio (emp. 378-395) el Cristianismo se convierte en la religión oficial y el culto imperial deja de tener sentido de estado.



El siglo V se interpretacomo un período de conflictos con las invasiones de los llamados pueblos bárbaros, cuyo primer episodio se fecha en el 409, y que también habría afectado Tarraco. La ciudad pasará a formar parte del reino visigodo de Tolosa, con el fin político del Imperio de Occidente el año 476. Lo cierto es que la Tárraco visigoda era heredera la ciudad romana y su evolución urbana siguió su curso, siendo gobernada por el dux visigodo y el obispo metropolitano.
La verdadera ruptura fue causada entre el 713 y 714 con la invasión árabo-bereber que llega a las puertas de Tárraco. No queda claro si la ciudad es destruida o no, más bien lo segundo, pero lo cierto es que Terracona, ya Tarraquna se va apagando hasta desaparecer como realidad urbana. Hoy por hoy poco podemos decir sobre este periodo. Da la impresión que la ciudad continua teniendo un cierto protagonismo estratégico en el siglo VIII, pero poco más.
El proceso de expansión feudal de los condados catalanes culmina en 1091 cuando el obispo de Vic, Berenguer Seniofred de Lluça, recibe el palio de Tarragona, sede vacante desde la invasión islámica. A pesar de ello, la ciudad no se recupera definitivamente hasta el 1129. Tras la conquista de Tortosa y Lérida (1148 y 1149) y la caída de Siurana (1153-54),Tarragona inicia un importante despliegue urbano, generándose ya definitivamente un núcleo urbano vivo y dinamizador, creciendo y desarrollándose dentro de los límites del viejo Concilium Provinciae.
La ciudad medieval se ciñó en la vieja ciudad visigoda, es decir en la actual parte alta. La muralla medieval fue reparada y reforzada, con almenas, nuevas puertas, algunas torres. Para cerrar el flanco sur, se utilizó el muro romano que separaba la plaza de representación del visorium del circo. Es el Mur Vell, con sus torres y su portal de n'Olivera en la actual bajada de Misericordia. Su trazado se puede seguir en las calles de Ferrers y Enrajolat.
La ciudad medieval creció con rapidez y pronto se ocupó el circo. Parte de la arena se convierte en el espacio de ferias y mercados. Es el Corral. Las bóvedas se reparan y se construyen arcos diafragma en su interior, para así construir pisos. Una de ellas se convierte en la iglesia de San Salvador del Corral. En el siglo XIV, durante la guerra de los Dos Pedros, el barrio se protege con una nueva muralla que se construye ante la fachada del circo. Es el Mur Nou o Muralleta. Todavía es visible en la cabecera del circo, donde está la torre octogonal de las Monjas, así como en el interior de casas de la rambla Vieja y plaza de la Fuente.
La ciudad medieval recicló y adaptó las construcciones romanas. Así las torres de comunicación de circo y plaza de representación pasan a ser los castillos del caballero Roberto de Aguiló y después del Rey (torre del pretorio) y del obispo de Vic (torre de la audiencia), mientras que el del Arzobispo o Patriarca ocupa la torre de conexión de la plaza con el recinto de culto.
El castillo del Paborde se constuyó en el siglo XII aprovechando una de las torres de la muralla romana (la del Arzobispo o Paborde). Sobre ella en el siglo XII se construye una importante ampliación rematada con un friso de almenas, dos líneas de aspilleras y una interesante serie de cadahalsos de piedra.


El siglo XIV es complicado para Europa y Tarragona no escapa de la epidemia de la Peste Negra (1348). Son años de crisis para la Corona de Aragón y entre 1356 y 1369 Pedro III de Cataluña y IV de Aragón se enfrenta a Pedro I de Trastámara. Es lo que se conoce como la guerra de Dos Pedros. Fruto de la inestabilidad militar, la vieja muralla romana se ve reparada y reforzada por un nuevo lienzo que corre justo ante la fachada del antiguo circo. Es la llamada Muralleta o Mur Nou.
Son tiempos convulsos que se agravan con las diferentes guerras que primero la Corona de Aragón y después los emperadores hispanos tuvieron con sus vecinos mediterráneos, y las acciones de corsarios. Las viejas murallas romanas y medievales ya no eran indemnes a los ataques con las nuevas armas de fuego. Esto provocó que a partir del siglo XVI las defensas se refuerzan con fortines de traza italiana. En el siglo XVI se construyen los baluartes de San Antonio, Carlos V, Santa Bárbara o Fortín Negro y la torre del Puerto. Un siglo antes se refuerza la torre de Miralcamp o Grossa.
La guerra de los Treinta Años (1618-1648) tiene su reflejo en la guerra de los Segadores (Segadors) o de Separación (1640-1648). Es entonces cuando Tarragona pasa a ser plaza fuerte y sus viejas murallas son reforzadas hasta con tres sistemas de fortificación que se construyen a lo largo de los siglos XVII y XIX, con un impulso importante durante la guerra de Sucesión (1700-1714).Tarragona se convierte en una ciudad de baluartes, fortines y demás sistemas defensivos que la ahogaron impidiendo su expansión urbanística hasta mediados del siglo XIX. La ampliación de la muralla hasta la actual Rambla Nova y la llegada del agua con la recuperación del trazado del viejo acueducto romano del río Gayá, aunque ahora proveniente de Puigpelat (1798), significaron una mejora en la calidad de vida de la ciudadanía. Pero esta situación óptima se vio de nuevo truncada por la guerra de la Independencia (1808-1814). Primero fue el cruento sitio de los napoleónicos en mayo-junio de 1811, luego la ocupación de la plaza, y finalmente la retirada de las tropas imperiales el 19 de agosto de 1813, con la voladura de las fortificaciones y servicios neurálgicos de la ciudad.


A pesar de todo y de los esfuerzos durante la guerra de la Independencia, con la construcción del fortín de la Oliva o el del Francolí, sucumbieron ante el asedio de la Grande Armée napoleónica en 1811. La retirada de las tropas imperiales en 1813 acabó de destruir buena parte de la diudad y sus defensas. Tras la contienda se repararon las defensas e incluso se realizó un nuevo proyecto de fortificación. Finalmente en 1854 se iniciaron los primeros derribos de las defensas, empezando por la muralla renacentista de San Juan, que después dará paso a la actual rambla Nueva. En 1868 la ciudad deja de ser plaza fuerte.


Con el derribo de las murallas y la construcción del nuevo puerto se aceleró el crecimiento urbano de la ciudad, de manera que con el tiempo el ensanche fue uniendo la zona portuaria con la parte alta, es decir la vieja ciudad medieval.
Un recorrido por las murallas
El itinerario se inicia en la torre de la Audiencia(1), plaza Pallol. Allí visitaremos la maqueta de Tarraco en el siglo II d.C., época de máximo esplendor de la cuidad. Junto a ella hay las maquetas de los diferentes monumentos que configuran el Conjunto Arqueológico de Tarraco, y que están en el territorium de la urbs: las villas de Centcelles y Els Munts, el arco de Berà, la torre de los Escipiones, la cantera del Mèdol y el acueducto del Puente del Diablo o de las Ferreras.


Una vez visitada la maqueta, nos dirigiremos traspasando el portal del Roser(2) abierto en la muralla en época medieval. Entraremos al Paseo Arqueológico (3) donde visitaremos parte del trazado exterior de la muralla romanas con sus torres y de una de las falsabragas del sistema de fortificaciones de época moderna.


Al entrar, nos encontramos un primer lienzo de la muralla donde podemos ver el segundo proyecto constructivo o segunda fase. Al final de este tramo, vemos el fortín Negro, construido sobre los restos de una de las torres de la primera fase. En el siguiente tramo se puede observar, aunque con numerosas reformas, el aspecto original del primer proyecto amurallado y las torre Arzobispo o del Paborde, con base romana y una espectacular reforma del siglo XII. A medio camino, se entrevé una poterna de la primera fase, clausurada en época medieval.




El siguiente tramo, entre la Torre del Arzobispo y la del Cabíscol corresponde también a la segunda fase romana. A sus pies veremos una de las poternas de la segunda fase. En este tramo se puede observar fácilmente la reutilización del interior de la muralla con la apertura de ventanales en el paramento. Antes de llegar a la torre del Cabíscol o del Seminari, podemos ver otra de las poternas.


En este mismo tramo, utilizando espacios de las fortificaciones modernas, hay el Centro de Interpretación de las Fortificaciones de Tarragona, la visita al cual es interesante para tener una visión general de la evolución del sistema defensivo de la ciudad desde época romana hasta el momento en que la ciudad deja de ser plaza militar en el año 1854.
En el siguiente tramo, de la torre del Cabíscol a la de Minerva, se puede observar la muralla megalítica correspondiente al primer proyecto constructivo así como también la reutilización de ésta como parte de la segunda fase. En este mismo tramo se puede observar como la muralla esta coronada por un tapial almenado de época medieval.


Antes de llegar a la Torre de Minerva nos encontramos con el portal del Carro. Fue Magí que fue abierto en época medieval seguramente reformando una poterna de la primera fase. En el siglo XVIII el interior del portal fue transformado en la capilla del patrón de la ciudad.


En el exterior de la torre veremos las ya comentadas caras cinceladas en su base megalítica así como la parte inferior del relieve dedicado a esta divinidad. Después de la torre de Minerva veremos el tramo derrumbado en 1932 que muestra el interior de la muralla y uno de los muros de refuerzo interior. Así podemos entender el sistema constructivo de la segunda fase: dos muros paralelos de sillares y uno de los tirantes que los unían. También puede verse el relleno de adobes.


La visita finaliza en el portal del Socorro. Es la única puerta conservada que corresponde a la segunda fase de muralla. Un acceso de época moderna es la salida del Paseo Arqueológico.
Ya fuera se puede continuar el trazado de la muralla por los paseos de Torroja y San Antonio. Recordemos que desde la torre de Minerva, todos los lienzos de muralla conservados (a excepción de las reformas del portal de San Antonio, del siglo XVIII) son de la segunda fase de muralla.


Traspasaremos la muralla por la esquina de los paseos de Torroja y San Antonio, punto en el que se conservan los restos del baluarte de San Antonio: Por aquí accederemos al interior de la ciudad amurallada por una antigua poterna conservada parcialmente. Habremos llegado a la plaza del Escorxador(3) o Matadero. Aquí veremos parte de un lienzo de la segunda fase y la base de una de las rampas de acceso al paso de ronda. De aquí seguiremos por la calle de l’Escorxador viendo este edificio modernista, actualmente rectorado de la Universitat Rovira i Virgili (4) e iremos hacia el portal del Carro.


Giramos en dirección a la calle de San Lorenzo donde se encuentra la iglesia del santo homónimo, y sede del gremio de Labradores, documentado ya en 1324 (7). Luego desharemos el camino por la calle del Arco de San Lorenzo y nos dirigiremos a la calle de las Coques, que transcurre por el lateral SO de la Catedral(8). Si continuamos en dirección norte, por la calle de San Pablo, podremos dar la vuelta completa a la Catedral pasando por el Seminario Pontificio(9). Éste fue construido en 1883 cuando el Seminario, institución fundada en el siglo XVI, trasladó su sede desde la Rambla Vieja.
Al norte de esta calle hay la capilla de San Magín(5), patrón de la ciudad. Fue construida en el siglo XVIII desmontándose parte de la muralla. Desde el interior se ve el arco medieval del portal. En el n.7, podemos ver la fachada con pinturas murales que en 2008 dibujó el artista Carles Arola. Se ven diversos episodios de la vida del santo (6).



El arquitecto fue August Font i Carreras y se proyectó como un monumental conjunto neogótico articulado en torno a dos claustros y centrado por la capilla. En el claustro occidental se conserva la capella de San Pablo (10). Durante la construcción se recuperaron varios fragmentos relacionados con la decoración del recinto de culto imperial (clipei, mármoles decorados, capitel...). Parte del edificio se encuentra sobre la muralla romana, colonizando su espacio interior tal y como se puede ver en la biblioteca o la sala de actos.


Ya en el pla de Palau a mano derecha encontramos el palacio Arzobispal(11) y a la izquierda las Cases dels Canonges(12)
El palacio arzobispal es un edificio que sustituye el castillo del Paborde, volado en 1813 por las tropas napoleónicas. Se contruyó en 1815 por los hermanos Narcís y Tomás Vallés en tiempos del arzobispo Mon y Velarde. La fachada principal es de un claro estilo neoclásico así como sus elementos interiores, como el patio y la escalinata a la planta noble. La fachada posterior recisamente es la muralla romana e integra la torre del Arzobispo o Paborde. La Cases dels Canonges son una obra de finales del siglo XIX que no acaba hasta mediados del XX. Es un proyecto de claro estilo historicista diseñado por August Font i Carreras. Se compone de bellas fachadas de sillería con elementos compositivos de inspiración gótica y románica.


Entraremos al circo por la Rambla Vella. Aquí veremos como la fachada del monumento romano se encuentra tras la muralla del siglo XIV, conocida como la Muralleta. Esta se se corresponde al nuevo cierre meridional. Junto a ella tenemos una espléndida defensa de planta octogonal conocida como torre de les Monges en recuerdo del convento de clarisas que había donde hoy se encuentra el hotel Imperial Tárraco. En el siglo XVI se le adosó el baluarte de Carlos V del cual todavía se puede ver parte de sus muros.
Si retrocedemos a finales del siglo I d.C., delante de la fachada sur del circo transcurría la Vía Augusta. Ésta separaba la zona monumental del Concilio Provincial del área residencial de Tarraco.


Una vez atravesado el paso al circo (41), veremos tres de los monumentales arcos de la fachada. A la izquierda podremos acceder a un mirador que nos lleva a la arena. Una escalera monumental recconstruida permite el acceso directo a la parte superior de las gradas o visorium.
A los pies de la torre de las Monges se conserva una jamba de una de las puertas de acceso a la ciudad por la Vía Augusta. Desde aquí accedemos a la bóveda romana que conocemos como la Volta de Sant Hermenegild. Se corresponde a la construcción que conformaría la parte oriental del circo, permitía el acceso a la ima cavea y el paso directo a la plaza de representación del Concilio Provincial. Alineada con el eje longitudinal del circo, se abrió la Porta Triumphalis, cuyos cimientos vemos recuperados en una reciente actuación.


Continuando la visita, entraremos en el Pretorio (42). Esta monumental edificación corresponde a una torre gemela la de la Antiga Audiencia, siendo también una caja de escaleras para acceder a la plaza de representación. En su interior destaca el criptopórtico formado por una espléndida bóveda, y un segmento del gran edificio que bordeaba la mencionada plaza. Hemos de destacar la serie de bóvedas que transcurren bajo la calle Enrajolat, que permitían el acceso a la grada norte. Parte de estas construcciones se corresponde a un edificio anterior a la construcción del Concilium, probablemente un horreum o almacén de grano.
El paseo por el pretorio nos permite observar las grandes reformas, especialmente de época medieval y moderna, así como un interesante conjunto de piezas arqueológicas entre las que destaca primero un fragmento de columna de mármol de órden gigante que se relaciona con el templo de Augusto. Y por supuesto, el sarcófago de Hipólito. Se trata de un sarcófago de los siglos II-III fabricado en Roma y recuperado el 1948 en el mar, junto a la Punta de la Mora. Su escultura en relieve de alta calidad y estilo helenístico representa el mito de Fedra e Hipólito.
El piso superior se corresponde a la sala medieval del castillo del Rey, construida en el siglo XIV durante el reinado de Pedro III. Aquí vemos algunas piezas arqueológicas interesantes, como un sarcófago romano reutilizado como tal en la Edad Media, y la maqueta a escala de Tarragona en el siglo XV, donde podemos ver claramente como la ciudad medieval se adapta y transforma las impresionantes construcciones romanas.
La terraza del pretorio nos ofrece una espectacular vista a 360º tanto de la ciudad como del Campo de Tarragona. Desde aquí podemos ver como nos situarnos en el Foro Provincial y la estructuración urbana en terrazas, así como el anfiteatro, junto a la playa del Milagro.



Una vez hemos salido del edificio nos encontramos en un espacio medieval, la plaza del Rey. En época romana estaríamos en el ángulo SE de la plaza de representación. Aquí podemos ver una actuación muy interesante. A lo largo de los últimos 25 años la parte alta ha ido sustituyendo viejos pavimentos por un proyecto donde a través de diferentes tipos de piedra y disposición de las mismas podemos saber si nos encontramos en el circo, la plaza de representación o el recinto de culto. Así se puede ver de forma muy sencilla la dialéctica entre los urbanismos romano y medieval.
En la plaza, la diferente coloración de las losas nos indica el espacio del criptopórtico que enmarcaba el Foro (losas blancas), cuyo límite es la línea de fachada del pretorio. Aquí se ven claramente las pilastras decorativas de la plaza de representación, bajo ellas el potente sistema de cimentación de estas construcciones, y el nivel de pavimentación de la tribuna o pórtico de la plaza.
En esta plaza se encuentra el Museo Nacional Arqueológico de Tarragona (43). Aquí se exponen gran parte de los objetos, estatuaria, mosaicos, decoración arquitectónica… recuperados de las intervenciones arqueológicas de la ciudad. En los sótanos destaca un tramo de muralla romana con una de las rampas de acceso al paso de ronda.


No podemos abandonar la plaza sin destacar la presencia de dos iglesias del centro histórico, la de Nazaret (44) y la parroquia de la Santísima Trinidad (45).
Continuamos la visita por la calle Santa Anna (46). Las casas del lado oriental, como indica el cambio de coloración de la pavimentación y los muros romanos conservados, corresponden al muro de cierre del foro provincial. Se ve claramente la alineación con el muro del pretorio y la relación con los restos de la plaza del forum.
Siguiendo la calle tenemos el Museo de Arte Moderno. En el subsuelo se conservan bóvedas que conformarían la cimentación del podio o porticado del foro (47).
Una callejuela, la antigua calle de los Assahonadors nos adentra a la judería medieval con la plaza de los Ángeles o de la Judería. Era un barrio al pie del castillo del Rey, separado físicamente del resto de la ciudad por los muros romanos del Foro, y se accedía mediante puertas y una poterna de la muralla romana, la llamada Portella dels Jueus.
En un lateral de la plaza se conservan los arcos diafragma de los siglos XII-XIII de Ca la Garsa (48). Se trataba de una de las casas principales de la judería, posiblemente de una de las personas más acaudaladas de la comunidad. Las intervenciones arqueológicas en Ca la Garsa y plazas colindantes nos muestran una interesante evolución urbana. Así tenemos los niveles de regularización de la roca en época republicana, las evidencias de la transformación urbana en época flavia, con grandes aportaciones de rellenos de tierra y restos de obra de la gran operación constructiva del Concilio Provincial (fragmentos de sillería, mármoles…) Ya en época bajoimperial y visigoda se construyó un gran conjunto arquitectónico de función aún por definir siendo, o bien un gran edificio religioso que podría ser un monasterio o el episcopio del siglo VI, o bien un gran edificio civil, quizás la residencia del comes de la ciudad, es decir la máxima autoridad política y militar.
Volviendo a Ca la Garsa, se había especulado que podía ser la sinagoga medieval. Lo cierto es que los documentos medievales nos indican que ésta se encontraría en los aledaños de la iglesia de la Trinidad (45).
Continuamos en dirección a la plaza d’en Rovellat (49). En una de las fachadas veremos un gran arco visigodo sobre columnas romanas recicladas. Formaría parte, junto a otros en el interior de las viviendas, del conjunto tardorromano antes citado, del cual conocemos una espléndida colección de elementos decorativos cincelados en mármol de Luni-Carrara.
Desde aquí nos dirigiremos a la plaza del Forum donde se puede ver la esquina nororiental de la plaza de representación y su relación con los muros que hemos visto en la Plaza del Rey y la calle de Santa Anna. Los cambios de pavimento actual nos marcan por donde transcurriría el criptopórtico (50).
Los números 12 a 24 de la calle Mercería, estas últimas fachadas a la Plaza del Forum, se corresponden a una de las torres de comunicación del forum provincial con el recinto de culto. En los establecimientos que dan a la plaza del Forum se conservan los muros romanos y la cimentación de una de las torres medievales del castillo del Patriarca. Recordemos que esta torre fue convertida en el siglo XII en la residencia del arzobispo de Tarragona




Cerca de donde nos encontramos, en el ángulo entre las calles Mercería y Sant Pere Estubes se conservan cinco pedestales de estatuas romanas con inscripción. Corresponden a los números 17 y 19 de la Calle Mercería (51)




Hay que destacar que los números impares de esta calle de asientan sobre la tribuna o pórtico y el podium septentrional de la plaza de representación, que se han localizado en diferentes excavaciones arqueológicas, como la realizada hace ya unos años en el número 11 de la calle Merceria (52).

Continuaremos la visita por la calle Granada, que junto a la de los Cavallers, era una de las zonas residenciales de la nobleza y potentados en época medieval. Las casas del lado oriental se construyeron aprovechando la muralla romana, e incluso vaciaron sus rellenos de adobes para abrir estancias y habitaciones. Esto se observa en la visita a la casa Canals (53). Saldremos del recinto amurallado por el portal de San Antonio (54) que fue construido en el siglo XVIII en el lugar donde había otro de época medieval, conocido como el del Mal Consell.
Bordearemos el exterior de las murallas en dirección sur. En el recorrido podremos observar el lienzo exterior de la muralla romana con las numerosas modificaciones que ha sufrido a lo largo de los siglos. También veremos dos poternas de la segunda fase. Destacamos la Portella del Jueus que se correspondía al acceso al barrio judío (55). Nos dirigiremos hacia el Anfiteatro, recinto en el que finalizará este itinerario.
Se accede al edificio de espectáculos traspasando un jardín inspirado en los hortus romanos (56) donde se puede conocer algunas de las especies botánicas existentes en nuestro territorio y utilizadas en aquellos tiempos. Así veremos las plantas medicinales, culinarias, las usadas en espacios funerarios.... Ya dentro del anfiteatro (57) podemos acceder a la cavea para tener una visión general del monumento y luego bordearemos el edificio para acceder a la arena a través de la porta triumphalis. Desde la arena podemos observar el podium, los fragmentos de la inscripción conmemorativa de la restauración de Heliogábalo, la zona de tribuna y las fossae. Traspasaremos la fosa transversal por el punto donde había el santuario o capilla dedicada a Némesis y entraremos en la iglesia románica de Mare de Déu del Miracle. Se conservan las cimentaciones de la portalada románica, que originariamente estaba acabada con arquivoltas de mármol de Luni-Carrara, seguramente reciclando piezas romanas. Una vez en su interior podremos ver la disposición en cruz latina y las cimentaciones de la cabecera de la iglesia martirial del siglo VI construida en recuerdo de la ejecución del obispo Fructuoso y sus diáconos Augurio y Eulogio.



